Aun soñaba en las dulzuras de esta tarde.
Estoy solo; mis amores están lejos;
y mi alma que se muere de tristeza,
... de nostalgia y de recuerdos,
 se sumía fatigada
 en la bruma de los sueños.
 Esta tarde han florecido
 los vergeles de los cielos;
 los crepúsculos pasados fueron grises
 cual monótonos crepúsculos de invierno.
 Esta tarde renació la primavera:
 los velados horizontes descubrieron
 sus aldeas indecisas;
 hubo rosas y violetas en lo azul del firmamento,
 hubo magia fabulosa de colores y de esencias;
 fue un crepúsculo de aquellos
 de las dulces primaveras que mi alma
 ve vagar en sus recuerdos.
 En la nada flotó un algo de profundas transparencias
 y los giros de las brisas, un momento
 dibujáronse temblando;
 una onda ensombrecía los misterios
 de la tarde...
 En el cielo religioso
 las estrellas del crepúsculo entreabrieron;
 y mi alma se perdió en la vaga bruma
 de los últimos jardines melancólicos y quietos...
 Aun soñaba en las dulzuras de esta tarde.
 Estoy solo; mis amores están lejos.
 He entreabierto mi balcón:
 por oriente ya la luna va naciendo;
 las fragantes madreselvas
 dan al aire de la noche las unciones de sus frescos
 y balsámicos perfumes;
 están tristes los luceros.
 En mi oído vibra el ritmo de las voces que se aman.
 Me da horror de estar a solas con mi cuerpo...
 El silencio me contagia;
 estoy mudo..., en mis labios no hay acentos...
 Me parece que no hay nadie sobre el mundo,
 Me parece que mi cuerpo
 se agiganta; siento frío, tengo fiebre,
 en la sombra me amenazan mil espectros...
 He sentido que la vida se ha apagado
 sólo viven los latidos de mi pecho:
 es que el mundo está en mi alma;
 las ciudades son ensueños...
 Sólo turba la quietud solemne y honda
 el temblor de los diamantes de los cielos.
 Estoy solo con mi alma
 que se muere de tristeza, de nostalgia y de recuerdos.
 ¿A quién cuento mis pesares?
 Me da miedo de turbar este silencio
 con sollozos. ¡Si escuchara algún suspiro!
 ¡Mis amores están lejos!
 Por los árboles henchidos de negruras
 hay terrores de unos monstruos soñolientos,
 de culebras colosales arrolladas
 y alacranes gigantescos;
 y parece que del fondo de las sendas
 unos hombres enlutados van saliendo...
 Los jardines están llenos de visiones;
 hay visiones en mi alma..., siento frío,
 estoy solo, tengo sueño...
 Los recuerdos se amontonan en mi mente,
 los suavísimos recuerdos
 de las tardes que me dieron sus colores,
 sus esencias y sus besos.
 ¡Son tan dulces esas tardes de la tierra!,
 (¡ah, las tardes de los cielos!)
 Ya la luna amarillenta
 va subiendo.
 Mis pupilas, anegadas por el llanto,
 se han cuajado de luceros.
 Siento frío...¡Quién pudiera
 dormitar eternamente en su ensueño,
 olvidarse de la tierra
 y perderse en lo infinito de los cielos!
 Llega un aire perfumado, caen mis lágrimas;
 estoy solo; mis amores están lejos...
 JUAN RAMÓN JIMÉNEZ